WhatsApp amigo o enemigo en una relación de pareja

Es una herramienta de gran utilidad, que facilita la interacción y el intercambio de ideas o información en tiempo real. Y como toda tecnología, necesitamos adaptarla a nuestra vida diaria para evitar conflictos o malos entendidos… Algo así como domesticar a WhatsApp para asegurar nuestra supervivencia en una relación de pareja.

WhatsApp se usa para intercambiar información, incluyendo (por supuesto) dudas, enojos, angustias, ansiedades, celos, etcétera. Su principal ventaja sobre el correo electrónico, los mensajes SMS o incluso redes sociales como Twitter y Facebook es que WhatsApp delata de inmediato a la persona que lo usa. ¡Una belleza!, un verdadero deleite para los obsesivos, los desesperados y los ansiosos… Todos obtenemos información al instante sobre la última vez que se conectaron, si están o no en línea, si ya les llegó nuestro mensaje e incluso si ya lo vieron. Ya no cabe aplicar pretextos añejos como “me quedé sin batería”, o “no me llegó tu mensaje…” ¡Por favor!

En las relaciones de pareja cada vez son más frecuentes las rupturas por malentendidos derivados de “conductas raras” como desconexiones inexplicables, obsesión repentina por revisar la pantalla y respuestas tardías sin aparente lógica o sentido común (ojo: la definición de ‘sentido común’ es diferente para cada género). Todo ello transforma la comunicación, de un acto asertivo, en un auténtico martirio.

Siempre he pensado que los tres pilares de las relaciones de pareja son la confianza, el sexo y la comunicación, y aquí es donde WhatsApp hace de las suyas, ¡somos sus títeres! Aunque nos duela reconocerlo… si uno de los dos se obsesiona por declarar en todo momento su amor y fascinación por el otro, sin duda terminará cansando, agotando y controlando. Y como decía Juanga: ¿pero qué necesidad? En qué momento permitimos que un insípido mensaje de WhatsApp se volviera mejor que un beso bien dado, una mirada, una caricia, una buena plática… Lo permitimos por el simple deseo de inmediatez, la necedad de sentirnos amados y ser correspondidos… en el instante mismo. Así de sencillo.

La etapa más trágica del WhatsApp viene después de una ruptura. Ponemos estados que en realidad son indirectas, imágenes con frases matadoras, o peor aún: fotos con otras personas, ¡ouch! Y todo por no tener el valor de decirle al otro ¡eres un sinvergüenza y yo una tonta que no supo elegir!, o al contrario: pongo determinada frase porque no tengo el valor de decirte lo mucho que te extraño, pero lo mal que me has hecho sentir…

Y las malandanzas de WhatsApp no se limitan a la pareja: también hay malos entendidos con la familia y los amigos… si tardamos en responder, podemos causar dudas y recelos porque a la sensación de inmediatez que da la mensajería se responde de la misma forma: con rapidez. ¿La solución? Sencilla pero tediosa: ponle nombre a tu comunicación y a tus actos o actividades. Habla con tu pareja, y así como negocias las posturas que más disfrutan en la cama, o de cómo reparten los gastos, habla de cómo te gustaría que fuera la comunicación en WhatsApp. Hagamos de esta herramienta una amiga.

Gabriela Alviso

Matchmaker y consultora en Imagen Física.

@AlvisoGaby
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