Rol de genero

Por Brenda Morales Arteaga, Psicoanalista

seisgrados.com.mx

Desde que el ser humano tiene memoria, la sabiduría popular dicta diferencias entre hombres y mujeres en muchos –casi demasiados–, aspectos. Consideramos normal no comprender al género opuesto.

Es común escuchar en las pláticas de café entre amigas o en los jueves de dominó de los amigos la expresión: “Hablamos idiomas distintos”. Tanto así que, desde 1992 (luego de la publicación de un libro muy exitoso), arraigó en la psique colectiva la metáfora de que las mujeres somos de Venus y los hombres de Marte.

Pertenecemos a especies distintas, suele decirse, y en cierto modo eso es muy cierto: hay diferencias notorias en nuestra anatomía. Sin embargo, más allá de los contrastes perceptibles a simple vista, es verdad que no nos comportamos igual. Si nos remontamos hacia atrás en la historia, veremos que muchas de estas diferencias tienen origen en el estilo de vida de nuestros ancestros, los cazadores-recolectores del Pleistoceno.

El hombre se dedicaba a cazar y llevar comida a su familia, por lo que desarrolló un gran sentido de la orientación para localizar a sus presas y volver a la tribu donde quiera que fuese. Se sentía valorado por su trabajo y en su lista de prioridades no había un sitio especial para las relaciones con los demás. Él era el buscador de comida.

La mujer aseguraba la evolución de la especie cuidando a los bebés, con quienes mantenía un contacto más cercano, controlaba los alrededores de la cueva y brindaba seguridad con su presencia. Ella era la defensora del grupo.

De igual manera, hasta hace unas décadas, el hombre se ha visto como proveedor y la mujer como sostén del hogar. Y a pesar de que mujeres y varones ahora se parecen más entre sí que en otros tiempos, porque la división sexual del trabajo y las tareas diarias son más flexibles, no podemos negar que las discrepancias aún existen. Como consecuencia, vivimos en una época de identidad en crisis.

El género se conforma por la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que distinguen a mujeres y hombres.

En los últimos años, las diferencias entre los géneros despertaron gran interés en los estudiosos. Se han propuesto nuevos conceptos que permiten comprender mejor la construcción de la subjetividad femenina o masculina.

Si bien, la identidad de una persona se construye en las relaciones intersubjetivas y refiere a la experiencia personal de ser y sentirse uno mismo. El género se conforma por la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que distinguen a mujeres y hombres. Por lo tanto, la identidad de género será aquello que refleje tanto el sentido subjetivo de ser masculino o femenino y la experiencia de ser identificado por la sociedad como parte de uno u otro género.

A las mujeres, la cultura nos ha mitificado bajo los rótulos de entrega, donación y amor romántico, pasividad, dependencia y hasta sometimiento. Lo femenino, se identifica con lo emocional, lo afectivo, lo “otro” al lado de lo masculino, que a lo largo de los tiempos ha sido lo reconocido y bien caracterizado. Lo masculino, a su vez, se estereotipa como lo dominante, el poder, la potencia, lo activo, lo fuerte. Obviamente, esta concepción afecta la percepción de hombres y mujeres, así como su comportamiento. La sociedad ha favorecido hasta ahora el dominio masculino.

En el ámbito laboral, las mujeres hoy en día coinciden en considerar que su construcción autónoma es una tarea prioritaria. Entre los varones, es tradicional la tendencia a formarse e insertarse en la vida social y productiva antes del casamiento y la procreación.

Durante siglos, el trabajo fue asunto de varones, mientras que el amor era la preocupación central de las subjetividades femeninas. El camino de los logros personales estaba cerrado para ellas, y conquistar a un varón exitoso las convertía en “la esposa del doctor, del ingeniero o del empresario”.

Si bien las relaciones de pareja siempre han sido difíciles de establecer y sostener, hoy día lo son más.

Vivimos en un periodo de cambio, cuando hombres y mujeres buscamos un espacio en donde desarrollarnos y el cual hacer nuestro. En el momento en que nos sabemos y nos reconocemos como hombre o como mujer, con sus ventajas y limitaciones, podemos buscar una mejor manera para relacionarnos.