Deby Beard
“La paz no es un lugar, sino un paisaje que llevamos dentro.»
En el norte de Kioto, entre bosques antiguos y jardines que parecen detenidos en el tiempo, se encuentra Aman Kyoto, un refugio donde la arquitectura y la naturaleza conversan en silencio. Cada camino, cada ventana, cada tatami parece diseñado para que el viajero aprenda de nuevo a detenerse y a escuchar.
El resort ocupa el terreno que alguna vez fue un jardín privado de la familia Asano, conocido por su vínculo con la escuela Rinpa de pintura japonesa. Entre senderos cubiertos de musgo y vistas al monte Hiei, los pasos se vuelven suaves y conscientes. Los templos cercanos, como el Kinkaku-ji, ofrecen un recordatorio de la historia y la cultura que laten en cada rincón de Kioto.

Cada una de las 26 habitaciones y suites, y las dos villas privadas, honra la tradición del ryokan. Suelos de tatami, madera natural y ventanas de piso a techo crean espacios que parecen extender el bosque hacia dentro. Desde la habitación Nara, rodeada de árboles, hasta las villas con acceso a jardines privados, cada espacio invita a la quietud y a la contemplación.

La cocina de Aman Kyoto respira la misma calma. En Taka-An, el menú omakase celebra los ingredientes locales con precisión y respeto. En The Living Pavilion, la comida se acerca a la vida cotidiana: sencilla, de temporada, hecha para saborearla despacio, acompañada del aroma del té verde matcha y de la brisa que llega desde los jardines.
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El Aman Spa es un refugio de quietud. Baños termales onsen, tratamientos inspirados en la tradición japonesa, yoga y meditación crean un espacio donde el tiempo se diluye. Los visitantes caminan por senderos de musgo, se sumergen en aguas tibias y sienten cómo el mundo exterior se vuelve distante.
Aman Kyoto es un territorio del espíritu. Aquí, la naturaleza y la tradición se entrelazan, y cada gesto —una mirada al jardín, un paso en el bosque, un sorbo de té— se convierte en una forma de respirar más despacio, de habitar la calma que siempre estuvo dentro.
En Aman Kyoto, cada detalle parece pensado para ralentizar el tiempo: el crujir de la madera bajo los pies, el murmullo del agua en los estanques, el aroma de los árboles después de la lluvia. Caminar por sus jardines o contemplar el bosque desde la ventana se convierte en un acto casi meditativo, un recordatorio de que la belleza reside en la
