Por Melanie Beard
En el corazón de Jingdezhen en China, donde la tradición milenaria de la porcelana aún respira en el aire y la creatividad late como una corriente subterránea, se levanta una joya arquitectónica que más que un hotel, es un susurro elegante entre el pasado y el porvenir: el Taoxichuan Hotel, miembro de The Unbound Collection. Este santuario urbano, ideado por las manos maestras de David Chipperfield Architects, parece brotar del alma misma de la ciudad, extendiéndose en tres cuerpos que dialogan con la historia y la contemporaneidad, como piezas de cerámica que se ensamblan con precisión y arte.

Aquí, el descanso es una experiencia ceremonial. Cada una de las habitaciones es un refugio íntimo donde el diseño moderno abraza la esencia local, donde los balcones privados abren sus brazos a los cielos de Jingdezhen y dejan que la mirada se pierda en un horizonte donde las chimeneas antiguas aún custodian los sueños de los alfareros. Las siete suites invitan a una indulgencia pausada, y entre ellas, la majestuosa Chuan King Suite, con sus 143 metros cuadrados, se presenta como un templo del hedonismo tranquilo, donde todo fue pensado para ser contemplado.

En este rincón de serenidad, los sentidos despiertan con matices sutiles. El Emerald Lounge, con su atmósfera de jardín secreto urbano, es un remanso para los que buscan una pausa entre sus pensamientos. Los aromas de tés finos se entrelazan con los suspiros del vino y los cócteles bien pensados, mientras bocados chinos y occidentales se deslizan como notas en una sinfonía ligera. Todo aquí es invitación al sosiego, al encuentro espontáneo, al arte de no tener prisa.


El Taoxichuan Hotel es un manifiesto silencioso sobre el arte de habitar el tiempo. Al otro lado de la calle se extiende Ceramic Art Avenue, un corredor cultural donde las fábricas de porcelana, hoy reconvertidas en espacios vibrantes, se llenan de jóvenes creadores, de luces tenues y piezas únicas que cuentan historias moldeadas con las manos. Por la noche, esa avenida vibra con la energía de lo nuevo, lo emergente, lo que aún está naciendo. Es allí donde el viajero curioso encuentra la esencia real de Jingdezhen: en las curvas de una taza imperfecta, en el brillo de un esmalte azul cobalto, en la conversación casual con un artista anónimo.

