Ir a “bañarse” (como lo dicen los lugareños), al río en el rancho que vivía mi abuela en Veracruz, era de mis momentos favoritos. En época de lluvia, el río que pasaba por la parte trasera de la casa de la abuela, crecía y después de unos 3 días quedaban unas pozas de agua transparente en donde pasabamos horas jugando entre mis amigos del rancho y mis amigas citadinas, que nunca habían tenido la oportunidad de ver un burro en vivo, menos de nadar en pozas profundas, en donde podías inclusive beber el agua.
Después de 20 años, mi hija ya no pudo nadar en ese río y no lo podrá hacer, porque ahora está seco y además las pocas veces que corre líquido en él, son descargas de drenaje que exhalan un olor fétido.
Y entonces, cada vez que abro la regadera, pienso en el desafío que representa que pueda tener agua limpia para bañarme entre otras cosas, y no puedo evitar pensar que en unas cuantas décadas, tendremos que racionar el agua, no solo para bañarnos, sino algo tan básico como tener el agua necesaria para saciar nuestra sed. De hecho, ya existen millones de seres humanos que no tienen acceso a agua limpia, lo que ocasiona hambre, pobreza, enfermedades y grandes desplazamientos, causando problemas estructurales que simplemente no se podrán solucionar.
Aquí algunos datos que nos permiten darnos una perspectiva muy general de quiénes y qué consume más agua: el consumo personal, es decir, agua para beber, lavarse los dientes, bañarse y utilizar el inodoro, solo representa 10% del uso anual, lo que no quiere decir que nuestros hábitos no sumen a ahorrar agua; además la industria utiliza más de 14% del recurso; y los grandes consumidores son la agricultura y la ganadería que emplean 70%.
Esto significa que los sectores que producen alimentos y otros productos básicos son los que más agua utilizan, pero también en los que más se desperdicia. Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el 57% del total utilizado en estos sectores se desperdicia principalmente por infraestructuras de riego ineficientes, obsoletas o con fugas.
Ahora bien, ¿en dónde se encuentra la relación entre nosotras las mujeres y el agua, pero sobre todo la solución?
El Banco Mundial afirma que: “la manera en la que los hombres y las mujeres pueden beneficiarse de manera más equitativa de las políticas, es hacer que ellos y ellas sean parte integral de las mismas con sus experiencias y necesidades”.
Es por ello, que las mujeres, al involucrarnos en las decisiones del gobierno con respecto del recurso natural mas preciado, nos convertimos en grandes defensoras, que inclusive han dado su vida para preservar el agua de su región.
Y es que de las mujeres, como del agua, depende la vida, por eso actuamos como tercas defensoras, no sólo del agua, sino de otros recursos naturales, y de quienes dependen de ellos.
De hecho en la Agenda 2030, expone grandes razones del porque se debe reforzar el papel de la mujer en la defensa del medio ambiente. Y aquí es donde te hago un llamado, de mujer a mujer. Primeramente hay que hacernos esta pregunta: ¿Qué puedo aportar yo para ahorrar agua? Aquí algunas respuestas:
- Eduquemos a nuestros hijos sobre el cuidado del agua, desde no tomar largas duchas, no jugar con ella y que sean portavoces del cuidado del agua en su entorno.
- Si uno de los principales consumidores del agua es la agricultura y la ganadería, entendemos entonces que el desperdicio de comida también abona a mayor consumo de agua.
- Pagar oportunamente el recibo del agua. Cada vez que oigo que alguien se queja de su recibo de agua, que por cierto, sigue siendo muy barata, respecto de lo que gastas en luz, telefonía móvil, internet, Netflix, Amazon, entre otros. Se me hace que ese es el principal problema del desperdicio de agua, porque lo que no valoramos, no lo cuidamos.
Y es que bajo el pensamiento absurdo de que: “Dios nos da el agua, entonces para que la pagamos”, a esto yo siempre he dicho que sí nos las da, pero no la entuba, ni la potabiliza, ni la trata.
Entonces, asumamos como mujeres el papel que tenemos de mentoras de familia y de nuestro entorno para crear una cultura de agua que podría ser la gran diferencia para nuestros hijos y nietos.
Por eso, estoy plenamente convencida de que las mujeres y el agua, compartimos la misma cara.
Josefina Murrieta Ayala
Estratega, articulista y negociadora del IPADE. MBA en Economía y Negocios.
Instagram: jose_murrieta