Deby Beard
Entre los jardines de bambú y los canales que reflejan el cielo, el Four Seasons Hangzhou at West Lake se levanta como un poema en piedra y seda. Situado a orillas del mítico Lago del Oeste, este refugio parece más un retiro imperial que un hotel contemporáneo. Su arquitectura, inspirada en las villas tradicionales de la dinastía Qing, se funde con el paisaje: techos curvos cubiertos de tejas negras, estanques donde flotan los lotos, pasillos que serpentean entre puentes y estanques. Todo en él respira quietud, belleza y equilibrio.

Desde el primer paso, el tiempo parece ralentizarse. El aire tiene un perfume de té recién servido y flores húmedas. En el vestíbulo, los tonos madera y jade evocan la armonía oriental, mientras el sonido lejano de una flauta acompaña la llegada de los huéspedes, como si una ceremonia invisible diera la bienvenida. El personal se mueve con la serenidad de quienes conocen el arte de la hospitalidad como una coreografía: cada gesto es medido, cada sonrisa, sincera.

Las habitaciones y villas son santuarios privados que miran al agua. Algunas cuentan con jardines amurallados, otras con terrazas que se abren al paisaje, donde los sauces acarician la superficie del lago. En los interiores, el diseño combina líneas chinas clásicas con una elegancia contemporánea. Seda, madera lacada, piedra pulida: una sinfonía de texturas que invita al silencio. Por la noche, la luz cálida de las linternas crea reflejos dorados sobre los estanques, y el viento trae el eco de los templos cercanos.

El restaurante Jin Sha, dirigido por el chef Wang Yong, es un destino en sí mismo. Sus menús reinterpretan la tradición culinaria de Zhejiang con precisión y sutileza. Cada plato celebra el ingrediente local —el cangrejo de lago, las hojas de loto, el tofu artesanal— con la delicadeza de una caligrafía. Comer aquí es asistir a una conversación entre la tierra y el agua, entre el pasado y el presente.

El spa del Four Seasons se inspira en los antiguos rituales de bienestar chinos. Sus tratamientos, realizados con hierbas, aceites y técnicas tradicionales, buscan restaurar el flujo de energía, pero también despertar algo más profundo: una sensación de pertenencia al entorno. Desde las salas privadas, los huéspedes pueden ver los jardines mientras el sonido del agua marca el compás de la respiración.
Hangzhou se revela como una de las ciudades más poéticas de China. Marco Polo la llamó “la ciudad más bella del mundo”, y aún hoy mantiene esa aura. El Lago del Oeste, con sus puentes de piedra, sus templos y pagodas, ha inspirado a poetas, emperadores y pintores durante siglos. Desde el Four Seasons, se puede navegar en una barca de madera al amanecer, cuando la neblina envuelve el paisaje y el mundo parece hecho de sueños.
En el Four Seasons Hangzhou at West Lake, la hospitalidad adquiere forma de contemplación. No hay prisa, no hay ruido. Solo la cadencia del agua, el susurro de los árboles y la sensación de estar suspendidos en un instante perfecto.
