¿Viajar sola? Encuéntrate a ti misma

Es una manera de descubrir de qué eres capaz.

Era mi primera vez en Europa viajando sola, estaba en mis veintitantos y decidí que la mejor forma de llegar a París desde Barcelona, era en un RENFE, un tren bala que prometía la mejor de las experiencias, sobre todo porque nunca había viajado en uno. 

En ese entonces, viajé con un presupuesto muy limitado, así que cuando me dijeron el precio de la cabina –esas que en las películas te toca un tipo guapísimo y bien vestido que te platica que va a su castillo en Niza, porque la abuela había muerto–, la ilusión se esfumó por completo, ya que era impagable para mí. Así que no me tocó en la zona más barata, pero pude pagar una zona donde los asientos eran reclinables y muy cómodos. 

Y tenía razón, el viaje fue inolvidable, era como viajar en el tiempo, ver los Pirineos nevados a principio de la primavera, en donde en cada estación del tren con herrajes antiguos y un reloj de manecillas al fondo, te recordaba que si acaso podrías comprar un café y fumar un cigarro. De pronto, en la última estación, cuando prendí mi cigarro y sentí que la mano se me congelaba por tener que quitarme los guantes, recuerdo que llegó a mi mente este pensamiento: “si me pasa algo aquí, nunca sabrían nada de mí”. 

Me quité esas ideas locas que solían azotarme en esa época, me subí al tren y después de varias horas dormida en el vagón, me di cuenta de que viajaba sola con 3 hombres, preferí no paniquearme a mí misma y traté de dormir de nuevo, pero entonces me di cuenta de que, si quisieran hacerme algo, iban a tomarme muy desprevenida. Así que, decidí quedarme despierta, y fue cuando uno de ellos, decidió sentarse junto a mí, para hacerme plática. Recuerdo muy poco lo que me dijo, ya que en realidad estaba yo alerta de que los otros dos no se acercaran, ya que entre tres no habría forma de librarme. Quien se sentó junto a mí, creo que tenía intenciones de platicar y ligarme, pero fui tan seca e indiferente, que se volvió a cambiar de lugar y en una hora por fin pisé Paris. Bajarme de ese vagón, sana y salva, me pareció un triunfo personal, en verdad pasó por mi mente que esos hombres me iban a hacer mucho mal. 

Se que este relato podría parecer todo lo contrario a darte una recomendación de viajar sola, pero en realidad es lo que sentimos las mujeres no solo viajando solas, sino estando en situaciones no seguras, que nos pasa a diario. 

Cuando hablé con mi editora sobre este artículo, decidimos escribir sobre los 5 países más seguros para viajar sola, y por supuesto hay lugares en donde el índice de seguridad es tal, que podrías quedarte dormida en la calle, con la bolsa abierta y no te pasaría nada, como lo es Islandia, Nueva Zelanda, Canadá, Finlandia o Dinamarca; pero al final creo yo, que lo importante de este comentario, es que te animes a hacerlo. Recuerdo la cara de mucha gente cuando les he dicho que la mayoría de mis viajes a Europa los he hecho sola, es curioso como el semblante se les torna  en compasión, como si te dijeran: “ay pobrecita, no tiene quien la acompañe” (sobre todo cuando no estás casada). 

Lo que te puedo decir es que el viajar sola, me ha dado el placer de encontrarme a mí misma, después de situaciones en donde creía que la vida se había convertido en un sinsentido. De hecho, en ese viaje de tren que te acabo de contar, fue cuando me dio por escribir, en una libreta que aún conservo, y que para mí representa el símbolo de quitarme el miedo de ser yo misma, en donde fuera y con quien fuera. 

Así que toma un buen libro compañero de viaje, equipaje práctico, unos buenos outfits y tómate ese vino en Trocadero viendo la Torre Eiffel, sabiendo que la vida pasa y que viajar sola significa que hay una mujer exitosa, empoderada y libre en tu ser.

 

Josefina Murrieta Ayala
Estratega, articulista y negociadora del IPADE.
MBA en Economía y Negocios.
Instagram: jose_murrieta