Vamos por la vida diciendo que ya no hay hombres, que todos los que valen la pena están casados (o muertos), pero ¿no será que algo hacemos para espantarlos?
Por: Aura Medina de Wit
Buscamos amor, queremos encontrar a esa persona “especial” con quien compartir el camino de la vida. Sin embargo, para algunas mujeres esto se ha vuelto, por decirlo suavemente, un verdadero reto, un sueño lejano, una ilusión que aparentemente nunca va a concretarse.
Soy una fiel creyente en que una parte de esto le corresponde a la existencia, a la vida y, si crees en él, al karma (lección de vida) que cada una trae. Sin embargo, si somos totalmente honestas, debemos reconocer que muchas veces nosotras mismas ahuyentamos al encantador Cupido.
¿Cómo hacemos esto? Con una serie de conductas y roles que hemos adoptado y usamos de manera inconsciente. Entonces, es bueno echar una miradita a este asunto y reflexionar si además de la “mala suerte”, la creencia cada vez más común de que “no hay hombres disponibles que valgan la pena”, quizá incluso un “mal de ojo” que por ahí nos echaron, nosotras caemos en algunos de estos roles o conductas que alejan el amor de nuestra vida.
MUJERES QUE TEMEN LA CERCANÍA Y LA INTIMIDAD
Tener intimidad con alguien es mostrarte como eres, ser capaz de crear vínculos emocionales cercanos, combinando amor y amistad y compartiendo mutuamente. Muchas hemos creado una serie de estrategias para impedir que alguien se acerque y entre en nuestra vida. Estas estrategias tienen sus raíces en miedos de la infancia: Miedo al rechazo, abandono o
pérdida. Miedo a perderme en el otro. Miedo a no saber poner límites y que el otro me abrume con sus necesidades.
Desde estos miedos tomamos los siguientes roles:
La Piedra: dura, dura, nada entra.
La Esfinge: arriba del pedestal (y encima de los demás).
La Independiente: no necesito a nadie, yo puedo sola.
MUJERES CON GRANDES EXPECTATIVAS
Cuando entramos en una relación, la mayoría llevamos una lista bastante amplia de expectativas sobre la pareja. Si hay cosas que no nos agradan, y seguramente las hay, secretamente creemos que seremos capaces de cambiarlas: poco a poco, todas esas cosas molestas desaparecerán y él se convertirá en el hombre ideal.
Cargar con tales expectativas es como si viniéramos armadas con un martillo y un desarmador, listas para enderezar algunas cosas, atornillar aquí, allá, mover esto, quitar lo otro. Y cuando el hombre amado no cambia, crece en nosotras una gran desilusión y lo culpamos de no ser lo que esperábamos.Y ahí empezamos con el martillito, a darle y a darle con el mensaje: “Cambia, vuélvete el hombre que yo quiero”, y es ahí donde empiezan las demandas y exigencias. ¿Cuándo es demasiada expectativa? Cuando pretendes que el hombre cambie o haga algo diferente de lo que es natural en él.
Roles
La romántica que da todo: te compro ropa, cuadros para tu casa, te doy, y te convierto en mi hombre ideal.
La Novia Impaciente: ando con el vestido de boda en la cajuela y las invitaciones ya hechas, sólo hay que agregarle el nombre.
La Trepadora Social: quiero un hombre exitoso, con mucho dinero y que me dé la vida que siempre he soñado.
La creadora de ídolos o héroes: te pongo en un pedestal, te idealizo y luego te tiro.
MUJERES ENOJADAS
Sí, así como hablamos de los misóginos, hombres que de una manera u otra desprecian a las mujeres y en general están muy enojados contra ellas, también tenemos muchas mujeres que de forma inconsciente, o a veces no tanto, traen mucho enojo con el sexo masculino.
Normalmente este enojo tiene raíces profundas en situaciones de la infancia, con papá y otras figuras masculinas. Además agreguemos que vivimos en una cultura que no es fácil ni muchas veces justa con las mujeres, y esto va sumando motivos para nuestros enojos como seres de este género. Es muy posible que este enojo esté muy justificado en sus orígenes y por nuestras historias como mujeres, pero el asunto es que si no lo trabajamos y lo sacamos de nuestro sistema es como si energéticamente estuviéramos con una espada, listas para cortar cabezas (u otras partes del cuerpo).
Roles
La Reina de Hielo: fría, fría, como el agua de un río.
La Competidora: siempre queriendo ganarles a los hombres y demostrar que ella es mejor.
La Reina del Bagaje: ya no busca quién se la hizo sino quién se la pague.
MUJERES QUE CONTROLAN
El control es un mecanismo de defensa guiado por el miedo de que, a menos de que tomemos medidas al respecto, algo malo sucederá o nunca obtendremos lo que queremos.
Intentamos controlar para satisfacer nuestras necesidades, cuando no nos sentimos seguras, amadas y apreciadas. Y desde ahí compulsivamente intentamos controlar a los demás, a la vida, de todas las formas posibles. Y lo que sigue es el conflicto, expectativas no cumplidas, mala comunicación, juegos de poder y dolor.La necesidad de controlar a nuestra pareja es algo bastante común, que de alguna forma nos sirve para sentir menos miedo, ansiedad e inseguridad, dándonos la ilusión de que las cosas saldrán como queremos.
Roles
La Inquisidora: ¿dónde? ¿Cuándo? ¿Con quién? ¡¡¡Dímelo todooooo!!!
La Golpeadora: saben dar justo donde les duele a los hombres.
MUJERES QUE DAN MUY LIBREMENTE
En pocas palabras, mujeres que dan demasiado, demasiado rápido, demasiado fácil y no demasiado amor, porque este dar tan “fluidito” no tiene nada que ver con el amor, sino con los vacíos y las heridas infantiles y cómo damos con la expectativa de recibir.
Roles
La Rescatadora: te rescato, y a partir de ahora yo controlo tu vida porque tú no sabes qué hacer con ella. La amante fácil: hoy salimos, en la noche ya me acosté con él.
La Cuidadora: ¿qué quieres? ¿Qué necesitas? Yo lo hago, yo lo checo, yo me encargo…
Aura Medina de Wit Psicoterapeuta, conferencista y autora TW. @auramedinaw amorocodependencia@hotmail.com |