La llegada a Chiapas

Rutas y raíces
Por: Mercedes Lanzagorta
Fotografías: Mauricio Arregui

Se escucha el cantar de las aves. La neblina nos rodea, mientras a lo lejos se escucha un río. Miramos a nuestro alrededor y no damos crédito. Chiapas nos envolvió, y nosotros cedimos a sus encantos.

Para nosotros Chiapas significa naturaleza, cultura y folclor; sin duda es uno de los estados más ricos y diversos de México. Paramos en Unión Juárez para encontrarnos con Roraima, quien nos recibe en su hermoso hotel y nos cuenta anécdotas del pueblo y los escaladores que lo vistan.

La montaña nos espera. El volcán Tacaná es un gigante tímido: la neblina lo cubre gran parte del día, y sólo se muestra por ocasiones. Para todo visitante, escalarlo resulta en una meditación en movimiento. La cima no es sólo la culminación de la actividad física, es un sentimiento de conquista y mérito.

El esfuerzo físico y la belleza del paisaje provocan un cambio de conciencia; es como si al ver nuestro entorno desde un punto más alto ganáramos claridad. Nos trasladamos a Huixtla, zona reconocida mundialmente por su café. Finca Irlanda nos recibe en un edificio para huéspedes construido sobre antiguas bodegas de grano; desde aquí podemos apreciar la casona principal, que data del siglo XIX.

Finca Irlanda es un proyecto biodinámico, biointensivo, orgánico, libre de plaguicidas y agroquímicos, y por esa razón teníamos que hacer esta parada. Quienes habitan la finca, cerca de treinta familias, viven rodeados de vegetación, en un lugar excepcional. Gran parte del terreno está destinado a la conservación.

Nuestra última parada será la Reserva de la Encrucijada. Aquí, manglares de 35 a 50 metros cubren los canales por los que se accede a las pequeñas poblaciones dentro de la reserva natural protegida. Los habitantes controlan su pesca a través de cooperativas y mediante ellas atienden a los visitantes.

El Ballenato, un centro turístico operado por dichas cooperativas, será nuestro hogar temporal. Al llegar, un camino de piedra te muestra el camino hasta el edificio semihexagonal construido con madera y palma. Es un oasis en el medio de la playa, donde podremos gozar el buen clima, relajarnos en las hamacas o refrescarnos en el mar.

Viajar es, sin duda, la mejor manera de conocer y conocernos. Es aquí donde valoramos aquello que realmente importa y entendemos los ritmos y flujos de la naturaleza, ritmos invisibles al ojo no entrenado del turista y evidentes a los de todo buen viajero.