Por: Aura Martínez.
Si a mis veintitantos me hubieran enseñado la importancia de mirar mi ser interior y descubrir las emociones limitantes que estaban mermando y afectando seriamente mi salud, lo hubiera agradecido.
Sin embargo, sabemos que “el hubiera” no existe. Son estas experiencias de vida, que en su momento no logramos comprender, las que años después nuestro ser agradecerá y aceptará con gratitud.
A mis 25 años me encontraba logrando mi primer emprendimiento: un centro de yoga y meditación. Sin embargo, mi vida dio un giro cuando de pronto, lo que aparentaba ser una constante lumbalgia por cansancio, un día simplemente me tumbó al suelo y no volví a levantarme. El diagnóstico fue una lesión severa en mi columna lumbar que debía operarse.
¿Cómo no podía ser esto una jugarreta de la vida? ¿Cómo una instructora de yoga, saludable y “zen” de pronto estaba postrada en la cama de un hospital sin moverse? Me derrumbé ante la decepción y frustración.
Como muchas de nosotras, la primera sensación de temor me llevó a culpar y buscar responsabilizar de mi infortunio a alguien o algo más.
Sin embargo, he aquí una primera lección de la asertividad emocional: no son los eventos o circunstancias lo que nos generan sufrimiento, sino la percepción o juicio que establecemos ante ello. Las cosas, sólo son.
La enfermedad en aquél momento no era mi enemiga, sino todo lo contrario, era el gran parteaguas que me permitió comenzar a mirarme, aceptarme, amarme, reinventarme y comenzar a sanar mi interior.
Esta afirmación, aunque difícil de aceptar y asimilar, te lleva a descubrir tu verdadera libertad, la cual reside en el poder elegir cómo actuar ante cualquier situación o circunstancia con base en tu mensaje emocional.
Con un diagnóstico no tan favorable, inicié la búsqueda en distintas terapias para encontrar una sanación alternativa, si bien ésta ayudó por un período, la cirugía fue inevitable.
Para mi sorpresa, como sucede en muchos de nuestros procesos de sanación, el dolor continuó meses después de la cirugía. Sin ya una explicación médica posible, desesperada busqué explicación en teorías psicosomáticas para encontrar cuál era la herida emocional que se manifestaba a través de la enfermedad. Aquí fue donde inició la verdadera sanación y mi más profunda transformación.
Desconocemos nuestra esencia como seres integrales: cuerpo, energía, emoción, mente y espíritu. Y cada uno de estos campos se interrelaciona con el otro afectándose o favoreciéndose entre sí.
Nunca imaginé el gran impacto que generaría en mi cuerpo una carga de “culpa y resentimiento” en mis vértebras, llevándolas a generar una malformación y dolor constante.
Querida lectora, espero mi historia y mis palabras sean un canal de inspiración para abrirnos a una reconciliación y consciencia sobre la importancia que guardan nuestras creencias limitantes (pensamiento + emoción) en la calidad de nuestra vida, salud, relaciones y plenitud en general.
Esta experiencia me brindó duras lecciones, pero el trascenderlas desde la perspectiva de dejar de pelear con mi sentir.
Aparentemente las rechazamos porque no entendemos el dolor y buscamos controlarlas, cuando debemos hacer todo lo contrario. Integrar la emoción bajo la presencia de tu consciencia (como en meditación) es primeramente aceptar y sentir la emoción a plenitud, reconocerla y es aquí, como podemos comenzar a disolver el sufrimiento.
No son una maldición nuestras emociones, más bien debemos entender que son un gran don del principio femenino para ser empáticas a nuestro sentir, y entenderlo como una brújula que nos orienta.
Mi pasión por las emociones y transmitir su aprendizaje surgió de mi recuperación, de dejar aún lado el dolor no sólo físico, sino el drama y la gran frustración de muchos años. Nadie nos enseña sobre emociones y su importancia, pero hoy te invito a mirar en tu mente-corazón y buscar ahí las respuestas.
Querida lectora, el objetivo de contar mi historia es inspirarte e impulsarte a que busquemos las respuestas en nuestro interior.
No le temas a mirar tu oscuridad, pues es solamente ahí donde logramos percibir nuestra verdadera luz.